Hace unos días celebramos, en familia, el 4º cumpleaños de Julia, la mayor de mis sobrinas nietas…
Al poco rato de llegar a su casa, mientras aún procedíamos a los saludos, comentarios y preguntas de rigor, mi sobrina se me acercó y me dijo que tenía un regalo para mí… Un tanto sorprendido y expectante, la observé mientras rebuscaba en su mesita multiuso (donde, de forma “ordenada”, amontonaba cuentos, juguetes y demás cachivaches de difícil clasificación)…
Por fin, se volvió hacia mí, mostrándome, orgullosa, una pequeña hoja de libreta, cuidadosamente doblada y plegada… -Es un dibujo que he hecho para ti-, me aclaró… Desdoblando aquella pequeña hoja, pude contemplar aquel delicioso y entrañable dibujo que representaba un personaje saltando con evidentes muestras de alegría y satisfacción… Con la debida prudencia y alguna que otra duda (o muchas), le pregunté de quien se trataba… -Tito, ¡es Dora!-, me contestó… Aunque traté de ocultar mi total ignorancia sobre la tal Dora, ella debió notar algo, porque inmediatamente, y con absoluta paciencia, comenzó a explicarme de quien se trataba (la niña protagonista de unos dibujos que le gustaban mucho)…
Cuando acabó sus explicaciones, tras elogiar su dibujo y agradecerle el regalo, le dije que lo iba a guardar como recuerdo… Ella me miró (creo que un tanto sorprendida y sospecho que algo incrédula), y me contestó, -vale, tito-… y nos dimos un beso…
Supongo que Julia nunca me volverá a preguntar por su dibujo, y aún menos si cumplí mi palabra de guardarlo… Es más, acostumbrada (por su corta edad), a hacer todo tipo de dibujos, y a compartirlos de forma gratuita y altruista (como una necesidad propia de expresarse y regalarse, sin esperar, todavía, una determinada respuesta ajena), lo más probable es que se olvidara de cuanto hablamos, al poco tiempo de haberlo hecho…
A pesar de ello, y sin ninguna obligación especial por mi parte, he decidido cumplir, en este caso, mi palabra dada… Y qué mejor sitio para hacerlo que este curioso cajón sin fondo y virtual, donde (además de guardar), los recuerdos propios son fáciles de entremezclar y confundir con los recuerdos ajenos, para ir conformando parte de una memoria más colectiva…
Mientras realizo los pequeños preparativos para adecuar el dibujo a este medio, no he podido dejar de pensar en la facilidad, predisposición y entusiasmo que todos los críos pequeños tienen
(y hemos tenido) a la hora de expresarse a través de cualquier forma y medio que tengan a su alcance… Igualmente, no puedo dejar de pensar que, con el paso de los años, esta predisposición se va reduciendo drástica y aceleradamente, hasta el punto de poder afirmarse
(sin riesgo a equivocarnos en exceso), que sólo una minoría de adultos mantienen, mínimamente, semejante entusiasmo…
No dejo de pensar en que a un crío pequeño, sus padres han de “vigilarlo”, si no desean ver las paredes de sus casas convertidas en prolíficas pinacotecas, atiborradas de obras artísticas… Mientras que un adulto sometido a la “insoportable presión” de garabatear un papel en blanco, suele ser presa del pánico, los temblores y los sudores fríos que caracterizan cualquier situación agónica
(en algunos casos, hasta puede que se les afloje alguna barrera evacuatoria)…
Por ello, no puedo dejar de pensar que “algo” raro y extraño debe suceder durante el proceso educativo y socializador que todos
(de una u otra manera), nos vemos obligados a transitar, en pos de nuestra “ansiada y celebrada” condición de adultos… Algo raro que convierte nuestro posible entusiasmo en probable inhibición y miedo… Algo extraño que convierte nuestra indudable y generalizada capacidad de expresión, en la incierta y exclusiva posesión de un don, al alcance de muy pocos… Algo raro y extraño que convierte nuestros deseos de gratuidad y nuestra necesidad de compartirnos, en valores a juzgar desde su rentabilización y su consideración como éxitos o fracasos…
Hace no mucho, una amiga me preguntó qué era, para mí, la Creatividad (así, con mayúscula)… Le contesté que, con mayúscula, quizás no sabría definirla exactamente… Lo que sí creo tener claro es que la creatividad (sin mayúscula alguna que la cuantifique ni la cualifique), no es más que el resultado de una decisión y una opción: no renunciar a nuestras múltiples capacidades de expresión e imaginación… no renunciar al aprendizaje y el enriquecimiento (propio y ajeno) que nos proporciona el ejercicio de dichas capacidades… no renunciar al entusiasmo, la motivación, la satisfacción y hasta la diversión que estas capacidades nos ofrecen y posibilitan…
Esta es la creatividad que a mí, personalmente, más me interesa… La otra, la que va con mayúscula, seguro que también existe y tiene su más que indudable importancia… Pero igual esa Creatividad (cualificada, cuantificada y minoritaria) es sólo una posible consecuencia lógica de esta otra creatividad que siempre estuvo y seguirá estando al alcance y disponibilidad de todos…
Casualmente, en aquella celebración familiar y cumpleañera también estaba Reyes…
(lo de “casualmente” es un decir, porque Reyes es tío abuelo de Julia y cuñado mío, che... :)