Mostrando entradas con la etiqueta Apuntes. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Apuntes. Mostrar todas las entradas

miércoles, 7 de marzo de 2012

CREATIVIDAD

Hace unos días celebramos, en familia, el 4º cumpleaños de Julia, la mayor de mis sobrinas nietas…

Al poco rato de llegar a su casa, mientras aún procedíamos a los saludos, comentarios y preguntas de rigor, mi sobrina se me acercó y me dijo que tenía un regalo para mí… Un tanto sorprendido y expectante, la observé mientras rebuscaba en su mesita multiuso (donde, de forma “ordenada”, amontonaba cuentos, juguetes y demás cachivaches de difícil clasificación)…

Por fin, se volvió hacia mí, mostrándome, orgullosa, una pequeña hoja de libreta, cuidadosamente doblada y plegada… -Es un dibujo que he hecho para ti-, me aclaró… Desdoblando aquella pequeña hoja, pude contemplar aquel delicioso y entrañable dibujo que representaba un personaje saltando con evidentes muestras de alegría y satisfacción… Con la debida prudencia y alguna que otra duda (o muchas), le pregunté de quien se trataba… -Tito, ¡es Dora!-, me contestó… Aunque traté de ocultar mi total ignorancia sobre la tal Dora, ella debió notar algo, porque inmediatamente, y con absoluta paciencia, comenzó a explicarme de quien se trataba (la niña protagonista de unos dibujos que le gustaban mucho)

Cuando acabó sus explicaciones, tras elogiar su dibujo y agradecerle el regalo, le dije que lo iba a guardar como recuerdo… Ella me miró (creo que un tanto sorprendida y sospecho que algo incrédula), y me contestó, -vale, tito-… y nos dimos un beso…

Supongo que Julia nunca me volverá a preguntar por su dibujo, y aún menos si cumplí mi palabra de guardarlo… Es más, acostumbrada (por su corta edad), a hacer todo tipo de dibujos, y a compartirlos de forma gratuita y altruista (como una necesidad propia de expresarse y regalarse, sin esperar, todavía, una determinada respuesta ajena), lo más probable es que se olvidara de cuanto hablamos, al poco tiempo de haberlo hecho…


A pesar de ello, y sin ninguna obligación especial por mi parte, he decidido cumplir, en este caso, mi palabra dada… Y qué mejor sitio para hacerlo que este curioso cajón sin fondo y virtual, donde (además de guardar), los recuerdos propios son fáciles de entremezclar y confundir con los recuerdos ajenos, para ir conformando parte de una memoria más colectiva…

Mientras realizo los pequeños preparativos para adecuar el dibujo a este medio, no he podido dejar de pensar en la facilidad, predisposición y entusiasmo que todos los críos pequeños tienen (y hemos tenido) a la hora de expresarse a través de cualquier forma y medio que tengan a su alcance… Igualmente, no puedo dejar de pensar que, con el paso de los años, esta predisposición se va reduciendo drástica y aceleradamente, hasta el punto de poder afirmarse (sin riesgo a equivocarnos en exceso), que sólo una minoría de adultos mantienen, mínimamente, semejante entusiasmo…

No dejo de pensar en que a un crío pequeño, sus padres han de “vigilarlo”, si no desean ver las paredes de sus casas convertidas en prolíficas pinacotecas, atiborradas de obras artísticas… Mientras que un adulto sometido a la “insoportable presión” de garabatear un papel en blanco, suele ser presa del pánico, los temblores y los sudores fríos que caracterizan cualquier situación agónica (en algunos casos, hasta puede que se les afloje alguna barrera evacuatoria)

Por ello, no puedo dejar de pensar que “algo” raro y extraño debe suceder durante el proceso educativo y socializador que todos (de una u otra manera), nos vemos obligados a transitar, en pos de nuestra “ansiada y celebrada” condición de adultos… Algo raro que convierte nuestro posible entusiasmo en probable inhibición y miedo… Algo extraño que convierte nuestra indudable y generalizada capacidad de expresión, en la incierta y exclusiva posesión de un don, al alcance de muy pocos… Algo raro y extraño que convierte nuestros deseos de gratuidad y nuestra necesidad de compartirnos, en valores a juzgar desde su rentabilización y su consideración como éxitos o fracasos…


Hace no mucho, una amiga me preguntó qué era, para mí, la Creatividad (así, con mayúscula)… Le contesté que, con mayúscula, quizás no sabría definirla exactamente… Lo que sí creo tener claro es que la creatividad (sin mayúscula alguna que la cuantifique ni la cualifique), no es más que el resultado de una decisión y una opción: no renunciar a nuestras múltiples capacidades de expresión e imaginación… no renunciar al aprendizaje y el enriquecimiento (propio y ajeno) que nos proporciona el ejercicio de dichas capacidades… no renunciar al entusiasmo, la motivación, la satisfacción y hasta la diversión que estas capacidades nos ofrecen y posibilitan…

Esta es la creatividad que a mí, personalmente, más me interesa… La otra, la que va con mayúscula, seguro que también existe y tiene su más que indudable importancia… Pero igual esa Creatividad (cualificada, cuantificada y minoritaria) es sólo una posible consecuencia lógica de esta otra creatividad que siempre estuvo y seguirá estando al alcance y disponibilidad de todos…


Casualmente, en aquella celebración familiar y cumpleañera también estaba Reyes…
(lo de “casualmente” es un decir, porque Reyes es tío abuelo de Julia y cuñado mío, che... :)

viernes, 13 de enero de 2012

CRECIMIENTOS

Las pasadas fiestas navideñas suelen ser un tiempo propicio para los múltiples encuentros familiares… Como mi familia es relativamente pequeña, hemos coincidido, prácticamente todos y en varias ocasiones, a lo largo de estos numerosos días festivos…

En una de estas últimas ocasiones, observé que una de mis sobrinas nietas (de unos poquitos años de edad), en apenas una semana, había crecido de forma más que evidente y hasta sorprendente…
Al comentarlo con sus papás me dijeron que era normal, ya que había pasado por uno de esos procesos infecciosos tan frecuentes en los críos (y más aún en esta época de invierno)…

Recordé aquel axioma popular que pone de manifiesto la relación entre estos procesos infecciosos (ataques a nuestro organismo) y sus consiguientes procesos febriles (defensas de nuestro organismo), con posibles crecimientos acelerados y casi repentinos (sobre todo a edades tempranas de nuestra vida)…
Pero como mis conocimientos en medicina son mucho menos que escasos, me surgió la duda de si es el proceso infeccioso el que da lugar a dicho crecimiento o si es dicho crecimiento (por gasto acelerado de recursos) el que propicia la predisposición a sufrir cualquier ataque a nuestro organismo…
Afortunadamente los papás de mi sobrina son médicos, así que me resolvieron mis dudas, explicándome que el proceso infeccioso genera toda una serie de mecanismos de defensa… y entre dichos mecanismos, un tipo de sustancias que son las causantes de que pueda producirse este crecimiento tan llamativo e inesperado…

Pero una vez resuelta esta duda médica y fisiológica (y como consecuencia de la misma), me surgieron un par de dudas más, para las cuales aún no creo haber encontrado una respuesta clara…
Los individuos y los múltiples grupos sociales (de los que formamos parte), no sólo crecemos (nos estancamos o menguamos) físicamente (en cantidad o número)… también lo hacemos desde otros muchos puntos de vista (emotivos, afectivos, intelectuales, estéticos, éticos, morales)…

Mi primera duda es si, a todo ese conjunto de posibles crecimientos, podría aplicárseles los mismos o similares criterios que se aplican a esos crecimientos físicos, manifiestos y acelerados… Dicho de otra manera ¿crecemos más a partir y como consecuencia de situaciones adversas, dificultades o crisis más o menos traumáticas?...

Es cierto que, en nuestra experiencia individual y colectiva, existen numerosas evidencias de estos crecimientos derivados de las múltiples adversidades encontradas a nuestro paso… Pero también existen innumerables evidencias de todo lo contrario, nefastas consecuencias, retrocesos, pérdidas y víctimas (de todo tipo), ocasionadas por esas mismas adversidades…


Desconozco si existen estadísticas fiables sobre ambas circunstancias opuestas y contradictorias… pero aunque las hubiera (y fueran cuales fueran sus resultados), he de decir que, a mí, personalmente, no me gusta ni me convence esta especie de condena a crecer “en contra de”, “a pesar de” o “en lucha con”… No es porque no crea que sea posible (y a veces, hasta inevitable), sino porque me niego a aceptar como “adecuados y convenientes”, los elevados riesgos y costes que siempre conlleva esta concepción de la vida, en el fondo, tan apocalíptica y de pura (y dura) supervivencia…

Y mi segunda duda es una lógica consecuencia de la primera: ¿por qué parece que confiamos, esperamos y hasta celebramos, tanto, esta forma de crecer “gracias” a las adversidades, y a pesar de ser plenamente conscientes de sus riesgos y sus costes?... ¿No será que confiamos poco en esa otra posible forma de crecer a partir y “gracias” a circunstancias propicias, positivas, motivadoras y alentadoras?...

Porque yo entiendo y comparto que se haga una valoración especial y añadida de quien protagoniza un determinado crecimiento a partir de unas circunstancias adversas e inevitables… pero lo que no comparto ni entiendo es que se pongan en valor, precisamente, esas condiciones adversas, como condición esencial de dicho crecimiento…

Los diferentes sistemas educativos pueden ser un buen ejemplo de ambas formas de entender el crecimiento de los individuos… La mayor parte de mi educación transcurrió en un sistema bastante alejado de los viejos castigos, las amenazas o las insoportables cargas y obligaciones… y aún así pude encontrar numerosas motivaciones (propias y ajenas) para interesarme por el crecimiento (el propio y el ajeno) … no creo que fuera sólo una cuestión de suerte… Ahora escucho, cada día más, que hay que volver a recuperar aquellas viejas técnicas y recursos desechados del “palo y la zanahoria” o “la letra, con sangre entra” … es decir, aprender y crecer a costa y en contra de lo que sea (incluso del propio protagonista de dicho crecimiento)…

Y lo mismo podría decirse de otros muchos aspectos, como la actual situación de crisis económica y mundial… Todo cuanto de positivo y alentador construimos durante décadas para potenciar un mayor, solidario y enriquecedor crecimiento, ahora se nos quiere vender como una amenaza y un peligro… para retornar a las más duras y adversas condiciones posibles, como única y celebrada forma de un determinado crecimiento "milagroso" (el de unos pocos, a costa de otros muchos)…


A mi edad, no espero ya crecer en muchas cosas… si acaso, y por aquello de las inevitables leyes de la naturaleza, más bien espero lo contrario, es decir, ir menguando… Por ello, me interesa poco esta apuesta por retornar a las nuevas/viejas formas de crecer a base de restricciones y palos… (ni mi cuerpo ni mi espíritu están ya para semejantes trotes)…

No aposté por esa forma de crecimiento (propio o ajeno) ni cuando era mucho más joven… mucho menos voy a hacerlo ahora, cuando poco puede afectarme…
Seguiré apostando, como siempre hice, por el crecimiento que puede surgir de la confianza, la estabilidad, el bienestar, la comprensión, el diálogo o la reciprocidad…
Y como hice siempre, seguiré lamentando y denunciando el elevado coste y las numerosas víctimas de esta ancestral tendencia sadomasoquista y antropófaga que, con frecuencia, parece caracterizarnos como especie…

viernes, 4 de noviembre de 2011

DEBATES... y dudas

Reconozco que, desde muy joven, participé en todo tipo de debates, y sobre todo tipo de asuntos habidos y por haber (hay muchos que piensan, no sé bien por qué, que los debates sólo afectan a cuestiones políticas y por tanto son cosa de los políticos)

Eran otros tiempos, distintos, pero creo que ni más fáciles ni más difíciles para promover debates, organizarlos o simplemente participar en ellos… como parte activa o como simple espectador interesado y convencido de la necesidad y utilidad de los mismos…

Desde entonces ha llovido mucho y podría decirse que mi experiencia ha sido larga y muy variada…
Creo que aprendí mucho “a través de ellos”, que no es lo mismo que decir “gracias a ellos”… Aprender no sólo hace referencia a lo positivo, también a lo que no lo es tanto, e incluso a aquello que es manifiestamente negativo…


Creo que soy sincero al reconocer que no recuerdo ni guardo constancia de ni un solo debate que determinara o cambiara, en lo más mínimo y por sí sólo, la forma de pensar, actuar o vivir de ninguna persona (incluyendome a mí mismo, por supuesto)…

Quizás sea porque pronto empecé a entender y concebir el debate sólo como una posibilidad más de escuchar, expresar, compartir y enriquecerse… Todo lo demás creo que poco o nada tiene que ver con el debate en sí mismo, y sí mucho con lo que cada cual decide hacer con cada una de las muchas posibilidades que se le van presentando cada día y a cada instante…

Es lógico, por tanto, que, aún hoy día, me siga sorprendiendo la numerosa lista de términos que suelen acompañar y cualificar la inmensa mayoría de los debates… “oponente, adversario, enemigo, vencedores, perdedores”… Términos más propios y cercanos a un combate que a un debate… Términos que hasta son inmediatamente cuantificados y convenientemente subrayados como elementos de partida y como resultados, antes, durante y después del correspondiente debate de turno (dichosa estadística y benditos medios de comunicación)…


Igual es que muchos consideran que, en efecto, un debate no es más que un combate más o menos ¿civilizado?… Y en ese contexto, ya me sorprende mucho menos la más que amplia variedad de todo tipo de recursos, manipulaciones, insultos y agresiones, destinados a la aniquilación del supuesto enemigo… y para conseguir, así, la supuesta y ansiada victoria (no se sabe bien en qué o sobre quién)...


Y lo que ya no me sorprende nada son esos supuestos debates en los que se procura congregar a quienes piensan y sienten de la misma manera, excluyendo, por cualquier medio, a quienes piensan y sienten de manera diferente… No me sorprende porque, curiosa y contradictoriamente, ese tipo de supuestos debates son el mejor y más evidente ejemplo de que un debate no aspira a cambiar nada… Es más, en estos casos sólo aspiran a servir como exultante autoafirmación sorda, ciega y cuasi fanática…

No es que, con el paso del tiempo, haya renunciado a aquella joven convicción de la necesidad y la utilidad del debate… Creo que tan sólo se ha ido transformando mi concepción sobre los mismos, haciéndose más sencilla y con menos aspiraciones… Una concepción más próxima a la charla con un amigo, compartiendo un café o una copa… Una charla de la que, tras la despedida, uno sólo guarda la inmediata sensación de haber disfrutado (por el motivo que sea) y no haber perdido el tiempo… Una charla que, al día siguiente, muy probablemente ya habremos olvidado… Una charla que, sólo al cabo de los años (y de forma difusa y poco  clara), uno sabe que puede encontrar en el atiborrado cajón donde vamos guardando (un tanto indiscrimadamente) todo aquello que, alguna vez, pudo contribuir (sabe dios de qué manera) en nuestra forma de sentir, de pensar, de ser…


A mediados del siglo pasado, cuando las democracias formales aún daban sus primeros pasos, y las reivindicaciones y conquistas de las “Libertades De” comenzaban un complejo y largo proceso (en el que aún nos encontramos), ya hubo quienes señalaban la necesidad de plantearse un proceso posterior mucho más complejo todavía, el de las “Libertades Para”…

No tengo claro yo, en qué momento andamos actualmente… Ni tampoco tengo claro si es momento de exigirnos algo más… No tengo claro, por ejemplo, si es suficiente, por el momento, concebir el debate, sólo como soporte de la Libertad De expresión, para que cada cual pueda decir todo aquello que estime oportuno (igual con eso ya nos aviamos)… O si sería conveniente empezar a esperar del debate, algo más… Aunque sólo fuera atender y preocuparnos, también, por los objetivos (y la utilidad) de aquello que decimos (o callamos)… y por la utilidad (y los objetivos) de lo que puedan decir (o callar) los demás…


No. no lo tengo claro… igual, todavía es demasiado pronto…
y habrá que seguir esperando un poco más…

viernes, 14 de octubre de 2011

PENSAR y DECIR

Lo reconozco, siempre he sido un poco adicto a pensar lo que digo
(es otro de mis muchos y perjudiciales vicios)…

Al contrario de lo que suele afirmarse, no creo que se deba a ningún tipo de autocensura…
De hecho, nunca me siento más libre que cuando digo algo que he pensado,
quizás sea porque siento que corro menos riesgos de repetir propagandas o estereotipos de otros…

Tampoco creo que sea por el lógico temor a equivocarme o poder hacer el ridículo…
De hecho, nunca me he equivocado más que cuando pensaba lo que decía,
quizás resulte más cómodo y seguro no pensar en exceso…y sí, utilizar caminos ya establecidos…

Tampoco creo que sea por ninguna elevada pretensión intelectual…
De hecho, siempre he creído que el pensamiento no sólo se alimenta en los libros y las escuelas,
quizás sea porque el pensamiento se puede alimentar de infinitas maneras…

Tampoco creo que sea por alguna predilección o atracción por lo inútil…
De hecho, nunca he hecho nada más útil que intentar pensar, aunque fuera en algo inútil,
quizás sea porque el pensamiento, además de alimentarse, alimenta cada acto y cada instante…

Creo que es porque cuando pienso lo que digo (y lo que no digo),
lo hago mío (aunque en principio también pueda ser de otro)…
Creo que al hacerlo mío, puedo enriquecer mi propio pensamiento…
y, a veces, hasta puedo atreverme a soñar en compartirlo con los demás.


Lo reconozco, fui un poco adicto a decir cuanto pensaba
(Fue otro de mis perjudiciales vicios, pero hace tiempo que conseguí dejarlo)…

Al contrario de lo que pudiera parecer, no creo que lo dejara por ningún tipo de autocensura...
De hecho, sigo diciendo lo que pienso, cuando pienso que es necesario decirlo,
o cuando me sale del alma decirlo, aunque no sea necesario…

Tampoco creo que lo dejara por el lógico temor a equivocarme o poder hacer el ridículo...
De hecho, sigo equivocándome, igualmente, ahora que no digo todo aquello pienso,
quizás sea porque sigo pensando cuanto digo…

Tampoco creo que lo dejara por ninguna elevada consideración intelectual…
De hecho, decir cuanto se piensa me parece, hoy, una pretensión bastante inútil,
e incluso peligrosa, desde cualquier punto de vista…

Tampoco creo que lo dejara por cansancio, aburrimiento o instinto de supervivencia alguno…
De hecho, mis perspectivas de supervivencia, creo que siempre han sido las mismas,
no dependían de lo que decía… quizás sí de lo que pensaba…

Creo que decir cuanto se piensa, no siempre es importante, ni necesario,
y en muchos casos, ni tan siquiera útil, ni conveniente…
Lo que sí creo que es importante y fundamental, es buscar (o encontrar)
un sentido a aquello que se dice…
Y no importa si dicho sentido lo buscamos en nosotros mismos o lo hallamos en los demás…



martes, 19 de abril de 2011

EL CONOCIMIENTO PROPIO

“La antropología es una ciencia social, que pretende acercarse al conocimiento del ser humano. Su aspiración sería aportar conocimientos de dicho ser humano, desde distintas y múltiples esferas, pero siempre como parte de una sociedad. Dicha ciencia social se empieza a consolidar como rama del conocimiento, independiente, autónoma e integradora, a mediados del siglo XIX”.
 
Para esta ciencia social, uno de los elementos básicos e imprescindibles de dicho conocimiento lo constituye la observación del objeto que se pretende conocer…
 
Respecto a dicha observación, la antropología establece una consideración relevante, interesante y contradictoria: “La observación de un objeto, siempre plantea una seria dificultad, porque el observador siempre influye, de una u otra forma, en el objeto observado, introduciendo modificaciones en el mismo”… Dicho de otra manera, los resultados de la observación (y por tanto el resto del proceso de conocimiento), estaría condicionado y contaminado, desde el principio, por la intervención del observador
 
Todo conocimiento de un objeto, exige por tanto dos requisitos difíciles de aunar:
  • Un acercamiento al objeto a estudiar.
  • Una distancia o alejamiento del mismo, para introducir, como observador, las menos modificaciones posibles en el objeto observado.
Desde este punto de vista, el conocimiento de uno mismo representaría un modelo extremo de dificultad a superar… En efecto, al coincidir el observador con el objeto observado, nos sobraría mucho acercamiento… y nos faltaría bastante alejamiento...
(todo un considerable problema de perspectiva)...


Además, dado que vivimos en sociedad, habría que considerar otra grave dificultad añadida:
cada uno de nosotros somos objeto de múltiples observaciones… aquellas que los demás realizan, constantemente, sobre uno mismo… y por tanto, constantemente, somos susceptibles a las múltiples modificaciones que dichas observaciones ajenas van introduciendo sobre cada uno de nosotros...

Por todo ello, desde un punto de vista antropológico, habría que concluir que el conocimiento de uno mismo, más que una tarea difícil, estaría al borde de lo imposible…

Aún así, y a pesar de todo, es evidente que la antropología no renuncia al conocimiento, sea propio o ajeno…(si así fuera, dejaría de tener sentido como ciencia)…
simplemente lo relativiza…

convirtiendo certezas absolutas, en transitorias y modificables…
transformando verdades eternas, en temporales y circunstanciales…
cambiando dogmas por invitaciones y propuestas…
confiando en los procesos y acercamientos…
subrayando la importancia del otro en el posible conocimiento de uno mismo…


“Podemos conocernos, má o menos, en parte... y en momentos o etapas concretas de nuestra vida…
pero, quizás, no nos sea posible conocernos del todo y para siempre”
(consideración que, probablemente, colocaría el conocimiento propio en el ámbito de las utopías)


PD: por supuesto, supongo que existirán excepciones con facultades extraordinarias… capaces de autoduplicarse, primero, y materializarse de forma extracorpórea, después… para así tomar distancia y poder observarse, adecuadamente, a sí mismos… (pero, por ahora, ese, todavía no es mi caso… :)

domingo, 3 de abril de 2011

METAS

Una antigua y moralizante fábula, atribuida a Esopo, narraba las vicisitudes de una apuesta, entre una liebre y una tortuga, por ver cuál de las dos, ganaba una carrera…
Dicha fábula, recogida y recreada por otros escritores de otros tiempos, fue también objeto de atención y estudio por parte de la ciencia, las matemáticas y la física…
Despojada de toda consideración moralizante, y sometida al rigor científico, las conclusiones obtenidas por dichos estudios podrían considerarse tan curiosas, interesantes o inquietantes como las que pudieran derivarse de su antiguo e inicial origen, más o menos fantasioso y por tanto, más o menos, alejado de la "realidad"…


Resumiendo los resultados de dicho estudio científico, la apuesta de cuál de las dos llegaría antes a la meta, recorriendo el mismo trayecto, cada cual a su natural velocidad y sin detenerse ni aflojar durante la carrera, arrojaría las siguientes conclusiones:
  • 1º La liebre no llegará a la meta, antes que la tortuga.
  • 2º La tortuga no llegará a la meta, antes que la liebre.
  • 3º La liebre y la tortuga no llegarán a la meta, juntas y a la vez.
Este más que aparente sinsentido sólo puede tornarse comprensible ante la evidente y demostrada conclusión científica:
“!Ni la liebre, ni la tortuga, llegarán, nunca, a la meta!”…
En efecto, tanto a la liebre como a la tortuga, siempre y en todo momento, les quedará por recorrer la mitad del camino que aún no han recorrido… Teniendo en cuenta que cualquier distancia (por pequeña que esta sea), siempre es susceptible de dividirse por la mitad, hay que concluir que, tanto a una como a la otra, siempre y en todo momento, les quedará una distancia (por pequeña que esta sea) para alcanzar dicha meta…
Tan sólo en un remoto e “irreal” tiempo infinito y/o eterno, liebre y tortuga llegarían a la meta fijada desde el inicio y/o salida…


Por supuesto, toda apreciación científica es susceptible de ser, o no, tenida en cuenta… es susceptible de ser, o no, aceptada o considerada como válida… es susceptible de ser interpretada y subjetivada…
Puestos a aceptar, en este caso particular, las curiosas conclusiones aportadas por una parte de la ciencia conocida hasta ahora, se me ocurren algunas consideraciones que podrían ser interesantes:
  • 1º Las metas nunca son alcanzables (salvo en ese remoto e “irreal” tiempo infinito).
  • 2º Nuestra apreciación de lo contrario, sólo es eso, una apreciación subjetiva e “irreal”, derivada de nuestra condición finita y limitada.
  • 3º Esas metas que apreciamos o creemos alcanzar, son, como mucho, etapas, escalas, referencias, llegadas parciales, puntos de avituallamiento, “metas” volantes…
La función de las metas, por tanto, no sería la de motivar para ser alcanzadas (algo imposible como ha quedado expuesto), sino la de motivar para realizar el recorrido hasta ellas… y si acaso, al hacerlo, alcanzar esas otras etapas parciales, intermedias e incluso no previstas…
Como decía todo esto no son más que apreciaciones subjetivas sobre estudios y modelos científicos (igualmente subjetivos)… Aunque también es posible que la naturaleza de algunas “realidades”, como los sueños, las utopías… o incluso la misma vida, no estén tan alejadas de las mismos…


PD: por cierto, hay otra conclusión que podría enlazar el modelo matemático con la antigua fábula de Esopo… La diferencia y/o ventaja de la liebre sobre la tortuga (que inicialmente iría en aumento), con el transcurrir del tiempo, iría decreciendo, a medida que ambas se fueran acercando a la inalcanzable meta…

En un remoto e “irreal” tiempo infinito, ambas, liebre y tortuga, probablemente, correrían emparejadas… o casi...

viernes, 25 de marzo de 2011

VIVIR EN CONTRA

Hacía mucho que Juan Luis conocía, por extendido y oído, aquel viejo y, para él, extraño dicho que afirmaba: “Resulta más fácil vivir en contra de”…

Juan Luis lo calificaba de extraño porque siempre había imaginado que aquel antiguo dicho era una forma irónica y paradójica de afirmar y confirmar todo lo contrario: “Resulta más fácil vivir a favor de”…
Y es que, de entrada, para Juan Luis, parecía más lógico y razonable considerar que “vivir a favor” conllevaría, siempre, indudables ventajas y comodidades, derivadas, fundamentalmente, de las amplias y numerosas seguridades que dicha forma de vivir suele comportar y aportar…

Y las seguridades, para un ser tan inseguro como el ser humano, más que un bien, o un valor, Juan Luis las calificaba, sobre todo, como una necesidad…

Sin embargo, y a pesar de ello, a lo largo de los años, Juan Luis había podido comprobar, y hasta experimentar, que, en muchas ocasiones, “vivir en contra” podía representar, también, una rica fuente de todo tipo de seguridades… más o menos diferentes o más o menos similares… pero, al fin y al cabo, seguridades capaces de proporcionar tantas comodidades (y a veces, quizás más), como “vivir a favor”…

Para llegar a estas consideraciones, Juan Luis no había necesitado grandes estudios, ni profundos análisis, ni costosos esfuerzos (no era lo suyo)… Tampoco había necesitado recurrir a relevantes y flagrantes ejemplos y modelos de la vida colectiva e individual, de todas las sociedades y de todos los tiempos… grupos y tendencias políticas que viven mejor en la oposición y cambian cuando llegan al poder… jóvenes que pierden su identidad en cuanto empiezan a asumir, mínimamente, su papel de adulto… o generaciones enteras que fueron enterradas y olvidadas, porque, queriendo o sin querer, decidieron o les tocó “vivir en contra”…

No, Juan Luis es más simple y más sencillo (del montón, suele decir él)… Aficionado, desde pequeño, al cine de ficción (como si hubiese alguno que no lo fuera), Juan Luis ha ido elaborando y confirmando, poco a poco, y gracias a los innumerables minutos cinematográficos contemplados, esta inquietante y enigmática realidad: ¿Qué hubiera sido o sería de todos aquellos héroes y superhéroes, sin sus antagonistas, malvados y villanos (y viceversa), que les proporcionaban (tanto a unos como a los otros), la posibilidad de “vivir en contra”?... Sin ellos, ¿acabarían Supermán, Batman o Skywalker, llevando los niños al cole y preparando barbacoas los fines de semana?.. ¿o acabarían con una depresión de caballo, fumando y dándose a la bebida?...
                 

Hace pocos días, Juan Luis me comentaba, algo desanimado, que, desgraciadamente para él, las pelis de ficción, poco o nada aportaban a tan delicado y transcendental tema… -lo suelen dejar, siempre, para la más que posible y siguiente entrega- apostillaba…

Tratando de aliviar, en algo, sus profundas y comprensibles tribulaciones, me animé a expresarle y compartir algún matiz a sus inquietudes:
-Es bastante probable que tanto vivir en contra, como a favor, puedan comportar las mismas o similares actitudes y consecuencias… y por tanto, ser susceptibles de recibir las mismas o similares valoraciones… Lo realmente importante, quizás debería estar en la naturaleza de aquello respecto a lo que uno decide “vivir en contra o a favor” (y en los porqués y en los cuándos)…ahí, probablemente, resida lo complejo, lo difícil y lo incómodo… porque una de las grandes ventajas comunes a ambas formas de vivir, quizás sea que te facilitan el no tener que pensar excesivamente y a todas horas… y decidir, aún menos…

Mirándome con cara de cierta interrogación, algo de escepticismo y bastante ironía, Juan Luis replicó dejando una pregunta lógica en el aire:
-¿Pensar?, ¿a favor o en contra?...
Mirándole con una sonrisa cómplice, contesté lo primero (y probablemente, lo único) que podía contestar a aquella pregunta:
-Pensar, mejor A la contra… lo de vivir, depende… ¡vivir, ya es otra cosa!...

 

viernes, 11 de marzo de 2011

TIEMPOS

Decididamente, vivimos tiempos acelerados… muy acelerados…
Tiempos que se acortan hasta casi parecer que desaparecen…
Pausas que desaparecieron y dejaron de existir hace tiempo…

Aquella famosa sentencia de “El Tiempo es oro”… parece haberse convertido en una gloriosa realidad…

Hace no mucho, comunicarse con un familiar, amigo o conocido que viviese a unos cuantos km de distancia, podía requerir una paciente, elaborada y hasta ilusionante tarea y espera… aquellas viejas cartas a mano ya enterradas…
Hoy, que podemos comunicarnos, casi en tiempo real y sin demora alguna, con cualquier ser viviente ubicado al otro lado del planeta, no dejamos de reclamar y exigir duplicar, triplicar o multiplicar por no sé cuánto, esa rauda velocidad a las que nos comunicamos… Es bastante probable que, pronto, podamos recibir respuestas y contestaciones ajenas, antes de haber realizado preguntas o requerimientos propios… !todo un prodigio (o milagro) de la nueva comunicación!…

Hace poco, en este país, se ha reducido (sólo durante unos tres meses) el límite máximo de la velocidad de circulación de los automóviles… de 120 km/h a 110 km/h… Dicho de una manera más comprensible, suponiendo que un conductor pudiera conducir sólo, sin ningún tipo de obstáculo, y a la máxima velocidad permitida, la distancia que antes recorrería en 1h, ahora la recorrería en 1h 5´ 27´´ … ¡dioos, una abismal diferencia!.. Son, por tanto, comprensibles, las generalizadas y airadas protestas de dichos automovilistas… más aún si se tiene en cuenta que no es lo mismo despanzurrar una vaca, un perro o un peatón, a 120 km/h, que hacerlo a 110 km/h… a esta nueva y exigua velocidad, siempre cabe la posibilidad de dejar al “bicho” medio vivo y con graves secuelas para toda su vida… ¡y eso podría suponer una carga más para el ya agobiado contribuyente!...

  

Hace no mucho, invadir un país, para someterlo o destruirlo, conllevaba, sin duda, todo un larguísimo y costosísimo proceso, en el que, cómo no, había que incluir la más que asegurada e inevitable guerra… guerra que siempre resulta algo discutible y penosa desde algún punto de vista (normalmente el de las posibles víctimas propias… el de las víctimas ajenas nunca suele tenerse en cuenta)…
En cambio, en la actualidad, en apenas unos segundos, sólo con alzar una mano, o apretar una tecla.. desde cualquier acomodado y relajante despacho, o desde cualquier animado y lujoso recinto bursátil (“parqué” creo que lo llaman), se puede invadir, someter o destruir cualquier economía, de cualquier país.. y a sus ciudadanos, por supuesto… ¡y sin víctimas propias!... (las víctimas ajenas, siguen sin contar… ni antes ni ahora)…

Hace no mucho, contar un cuento a un crío, llevaba su tiempo… demasiado tiempo quizás… estaba bien para otras épocas ya pasadas… pero en nuestros tiempos, sólo puede ser considerado como un lujo o un desperdicio… Era lógico, por tanto, que dichas prácticas tendieran a desaparecer… Y hubieran desaparecido si nuestra acelerada tecnología no hubiera estado al tanto para ofrecernos la solución alternativa y adecuada… Todo tipo de cuentos e historias (incluso las más antiguas), en todo tipo de soportes reproducibles, que no sólo permiten aumentar la velocidad de su reproducción hasta niveles más aceptables (el Quijote en un minuto, por ejemplo)… sino que hasta nos permiten estar ausentes, dejando al crío en su más estricta y ansiada intimidad… mientras los adultos rentabilizamos el tiempo de forma más constructiva, conveniente e inteligente…

 

Cuando yo era niño, ya existían técnicas especiales para “leer” deprisa… muy deprisa… A mí, me las enseñaron en el cole, como método para “estudiar”, también, más deprisa… Bueno, quizás sería más adecuado decir que “intentaron enseñármelas”… pero, para mi desgracia, no consiguieron que yo las aprendiera… No es que yo fuera mal estudiante (ni ellos malos educadores), es que creo que nunca llegué a convencerme, del todo, de la necesidad de leer “tan deprisa”… (para eso, quizás, mejor no leer).

Decididamente, he de reconocer que mis tiempos no encajan, del todo, en los acelerados tiempos actuales…
Como mucho, a veces, consigo dejarme arrastrar por ellos…
Y muy de vez en cuando, hasta consigo sacarles algún pequeño partido… (pocos, diría yo)…

Igual, por ello, hasta ahora, el carnet de conducir aún no forma parte de mi reducido tarjetero…
...(y el DNI sigue caducado desde hace 10 años)…
Igual, por ello, de momento, sigo sin tener ni zorra idea de cómo funciona el temita bursátil…
Igual, por ello, sigo prefiriendo que “alguien me cuente los cuentos”…
Igual, por ello, hasta ahora, “el oro” no cotiza demasiado en mi cuenta corriente…
Quizás debería cambiar, lo reconozco… aunque dadas las circunstancias… y mis evidentes carencias… igual ya no tengo suficiente tiempo para poder hacerlo…
(ni tampoco, quizás, excesivo interés en conseguirlo)

 

lunes, 7 de marzo de 2011

BARRERAS

Quizás no sea necesario acudir a ninguna enciclopedia para buscar el significado de “barrera”…
Quizás porque todos tenemos una idea intuitiva y bastante aproximada de su significado…
Quizás porque todos conocemos y vivimos entre alguna de ellas… o entre muchas…

Son esos elementos que se utilizan para separar y/o significar realidades distintas… bien porque dichas realidades son, en efecto, diferentes… o bien porque se pretende (o pretendemos) que lo sean…
Existen innumerables tipos de barreras… en función de su propia naturaleza… y en función de la naturaleza de las realidades separan y/o significan… También, según sea el grado de su percepción… o el grado de su efectividad…

Hay barreras impuestas, que nos vienen de fuera,
y hay barreras que construimos y consolidamos desde dentro…

Hay barreras invasivas, agresivas,
y hay barreras defensivas y protectoras…

Hay muchas barreras colectivas y sociales,
y también hay muchas barreras individuales…

Hay barreras físicas, sicológicas, perceptibles, invisibles, permeables, infranqueables, robustas, insignificantes, dolorosas, relajantes, atractivas, repugnantes, silenciosas, vociferantes...

Quizás, un elemento común a todas ellas, que las cualifica y las relaciona, sea su condición de nonatas, “no nacen, se hacen”…
Unas se construyen durante extensos periodos que fluyen y serpentean silenciosamente en el tiempo…
Otras se alzan de forma vertiginosa, llamativa y sorprendente… sin apenas darnos tiempo ni a asumir su presencia…

Pero tanto unas como otras, carecen de condición y naturaleza perpetua y/o eterna…
Y por carecer de ellas, todas las barreras pueden ser, y son, objeto de posibles transformaciones…
Incluso, si se estima oportuno, conveniente o necesario,
igual que se construyen y se transforman,
también, a veces, podrían, pueden, y hasta deben ser derribadas…

(Claro que esto último, con frecuencia, no resulta una tarea fácil... casi siempre conlleva un enfrentamiento con quienes alzaron y construyeron dichas barreras.. y a veces, entre aquellos, podemos llegar a descubrimos a nosotros mismos).

 

jueves, 24 de febrero de 2011

VECINOS

Juan Luis se acostó recién entrado el nuevo día.

Para otra cosa, quizás no tanto, pero para dormirse (y profundamente), era rápido y seguro (como el fórmula1 de FernandoAlonso).
Entregado y sumido en la oscura e impenetrable inconsciencia de sus sueños, Juan Luis, de repente y sin avisos ni escalas de ningún tipo, se despertó sobresaltado…
Unas tremendas voces, gritos y alaridos parecían estar invadiendo el comedor de su casa, su habitación... y hasta su propia cama…

Desorientado y confuso, apenas si atinó, por puro reflejo, a mirar la hora (la 1.30), mientras un montón de malos y preocupantes pensamientos se agolpaban queriendo entrar y ocupar su enmarañada y soñolienta sesera… Un incendio, un atraco, una inundación… fuera lo que fuere, aquellos gritos (y a aquellas horas) no podían significar nada bueno… y también por instinto, Juan Luis, saltó precipitadamente de la cama, se echó por encima lo primero que pilló y, a oscuras (y helado de frío), se dirigió hacia donde parecían venir aquellas intempestivas voces.. ¡la puerta de su casa!...

Ya por el camino, y sin necesidad de entender con claridad lo que decían aquellas voces, sólo por su tono y su timbre, Juan Luis tuvo claro que no se trataba de ninguna peligrosa catástrofe… sólo era una discusión entre algunos vecinos cercanos (vecinas, en aquel caso)… También comprobó que ningún protagonista del altercado era de su propia planta, sino de alguna otra superior o inferior (cómo serían las voces que daban)… De manera que optó por quedarse en su casa, tiritando y en serena espera, por si acaso la cosa fuera a mayores y una cierto sentido de responsabilidad cívica le demandara intervenir, de alguna manera, en aquella inesperada, disparatada y esperpéntica situación nocturna y noctámbula…

Cerca de media hora permaneció Juan Luis, de pie (y con la oreja pegada a la puerta), intentando entender, desde su casa, algún mínimo contenido o causa de aquella altanera discusión vecinal… fue imposible… sólo pudo entender (a la perfección), los insultos que vociferaban e intercambiaban (igual es que no había mucho más, pensó Juan Luis)…
Y cuando aquel maremágnum de gritos se apagó, casi tan de repente como había surgido (eso sí, tras dos sonoros portazos, más tres “sinvergüenzas” de regalo y cuatro “hijosdeputa” de propina), Juan Luis decidió regresar a su cálida, acogedora cama… y recuperar, cuanto antes, su ansiado y boicoteado sueño…

Pero como era previsible, le costó más de lo que en él, era normal…

Y es que Juan Luis no pudo evitar darle alguna que otra vuelta y repaso a aquellos breves pero significativos acontecimientos…

No pudo evitar pensar en qué lleva a unas personas, que además son vecinas, a lanzarse a semejante despropósito… y más aún, a esas intempestivas horas…

No pudo evitar pensar que, al igual que él, debieron ser muchos los vecinos que oyeron aquel atropellado y estruendoso altercado… y que ninguno (incluido él mismo), tras comprobar la naturaleza de dicho altercado, salió para intervenir, cual casco azul de naciones unidas, en tareas pacificadoras…

No pudo evitar pensar que, a pesar de haberlo intentado, le fue absolutamente imposible reconocer (ni remotamente), por sus voces o sus expresiones, a ninguna de las personas que protagonizaron aquel acontecimiento (como para servir de testigo en caso de que el asunto hubiera terminado en tragedia griega)…

No pudo evitar pensar, en definitiva, en el significado y los atributos que hoy día, tiene y le damos, en la mayoría de los casos (y sobre todo en las grandes ciudades), al término “vecino”… o mejor dicho, al sujeto “vecino”…

Fue, más o menos a la altura de estas reflexiones, cuando Juan Luis debió, por fin recuperar su secuestrado sueño… para volver a quedarse dormido…

Al despertarse unas cuantas horas más tarde… mientras se aseaba y desayunaba… y al igual que esos tontorrones estribillos de musiquillas pegadizas, una breve pero descriptiva y enciclopédica frase no dejaba de revolotear por los rincones de su aún adormilada mente:

“…es un bicho con patas… es un bicho con… es un bicho … es un… es un bicho con patas…”

 

martes, 15 de febrero de 2011

POR AMOR AL ARTE

Hace poco estuve en una exposición de pintura.

Las obras expuestas pertenecían a un reducido grupo de artistas, amigos desde hacía muchos años.

Por cuanto pude deducir de sus palabras, la mayoría de ellos no se dedicaban (o vivían), profesionalmente, "a" o "de" su pintura… Aún así, todos expresaban, de diferentes formas, su gran dedicación a la misma, y la importancia que ésta había llegado a tener en sus vidas… Tanto es así, que les había llevado y motivado a buscar un continuo aprendizaje, por ejemplo, cursando los estudios de Bellas Artes, a edades poco frecuentes y ya avanzadas de su vida...

Esta era su tercera exposición pública… cuando, como decían durante su presentación, la mayoría de ellos o estaban jubilados o cerquita de su jubilación profesional…

No era, por tanto, una exposición con grandes pretensiones ni grandes objetivos por saltar a ningún tipo de estrellato… ni labrarse ningún futuro porvenir maravilloso y prometedor… ni obtener suculentos y siempre gratificantes ingresos económicos… Es más, de momento y de partida, aquella exposición (como las dos anteriores) la habían montado ellos… como una parte más de su intensa y prolongada dedicación (y hasta devoción), personal (y como grupo), a la pintura, a su pintura… y como un lógico, y a la vez poco frecuente, deseo y necesidad de compartirla con otros…

Y todas aquellas circunstancias se reflejaban en aquel acto… Las múltiples y diferentes emociones de quienes no actúan por ninguna rutina mecánica ya aprendida… la tranquilidad y relajación de quienes no persiguen grandes y costosas metas… el cuidado y el mimo por lo “pequeño”, lo “cercano” e importante… el olvido y la dejación de lo superficial, lo fastuoso y superfluo…

Una persona, cercana a aquel  grupo de viejos amigos artistas, cuando fue invitada a decir unas palabras, expresó su sentimiento de que “la pintura (al igual que otras realidades), no es necesaria explicarla o comprenderla… sólo hay que intentar disfrutarla”… En cualquier otro momento, igual se me hubiera ocurrido pensar, sólo como matiz, que aquellas palabras eran ciertas, aunque añadiendo que cualquier elemento que nos ayuda a comprender un poco más, cualquier realidad, suele ayudarnos a vivirla más intensamente… y por tanto, también a poder disfrutarla con mayor intensidad…

Pero en aquel momento, en aquel acogedor y estimulante ambiente… tan sólo me dediqué a dejarme guiar y llevar… a aceptar la generosa invitación de aquel grupo de amigos artistas… y a compartir y disfrutar de su esfuerzo y de sus obras…

No tengo ni la menor idea de lo que podrían pensar, de estas palabras y sensaciones mías, si por alguna extraña casualidad, alguno de ellos llegara a conocerlas… ni tampoco el lugar que ocuparían respecto sus lógicos y personales anhelos y esperanzas…

Sólo me atrevo a pensar que no les sorprenderían en exceso…
Y también, y sobre todo, creo que no les molestarían…

Es más, igual en un abuso de confianza por mi parte… hasta me atrevo a pensar que las entenderían mejor que yo mismo… porque yo puedo explicarme mejor o peor… pero tengo la ventaja de saber que ellos conocen, sin duda alguna, lo que significa actuar, pensar, sentir, crear… ”por amor al arte”...


PD: mi reconocimiento, mi felicitación y mi agradecimiento al grupo Albatros... y a cuantos aquellos que actúan, piensan, sienten, crean.. "por amor al arte"